Por Alejandro Duchini
PARA LA GACETA - BUENOS AIRES
“Veo ataques directos todo el tiempo hacia el universo de la cultura. Empezaron con el cine. En el primer año, el Incaa no financió ninguna película; impresionante, muy triste, terrible”. Lo dice la escritora Dolores Reyes, autora de las novelas Cometierra (2019, Sigilo) y Miseria (2023, Alfaguara). Cometierra la expuso más allá del ambiente literario. Relato sobre femicidios, fue material de lectura no obligatoria en colegios de la Provincia de Buenos Aires. Desde la derecha atacaron al libro, a la autora y a las autoridades que promovieron su lectura. Tanto que antes de dar esta entrevista, Reyes advirtió que no quería hablar del tema. “El libro salió hace seis años y sigo dando notas. O sea, al principio pensé que las entrevistas de difusión durarían un mes, dos meses… seis. Pero ya van seis años y sigo dando notas sobre Cometierra, pero no por el libro en sí, sino por las acusaciones: llegaron a decir que es una novela pornográfica. Quienes dicen eso es porque no la leyeron”, argumenta. “Estoy cansada”, remata.
Pero más allá de izquierdas y derechas, Cometierra se convirtió en best seller. Fue traducida a 14 idiomas y pronto será serie. Amazon Prime anunció por estas horas su inminente estreno. Su director es Daniel Burman, quien quedó prendado de la historia. Cometierra eclipsó a Miseria y aún sigue en las vidrieras de las librerías. Y cuando se habla del tema desde cualquier espacio literario, es también una referencia temática.
“Son los vaivenes de ser una estrella de la literatura”, ironizo ante ella, que se ríe al escucharme y niega porque una estrella no estaría, como ella, corriendo todo el día y todos los días para cumplir con su trabajo de docente y con los talleres presenciales y virtuales que brinda y con los viajes para participar en ferias literarias. Se le suman siete hijos. Cansa de solo escribirlo. Pero en la Argentina no se vive de la literatura, salvo contadas excepciones. Puede haber exposición, y mucha, pero los ingresos económicos contradicen. “En estos tiempos la paga es fatal. Así que vivo de la suma de venta de libros, talleres, clases. Lo que están pagando está por debajo del límite de pobreza, ¿qué querés que te diga?”, afirma y pregunta.
Para Reyes, la problemática que se inició con el cine es apenas un comienzo que ataca a la cultura en particular y a la sociedad en general. Porque, enumera, después del Incaa se atacó “a las cantantes pop”, a “ciertas escritoras” y hasta al actor Ricardo Darín: “Fue como un fin de semana en el que lo apalearon de todos los lados posibles por decir que hay aumento de precios en alimentos”. “Así estamos: lo que supuestamente es la reducción del Estado le apunta a cultura, educación, salud pública y políticas de género. Pero después, cuando hay que reprimir, ahí sí hay plata y hay Estado”.
Costo a pagar
Alguien le dijo que era un orgullo para Argentina que un debate se produzca a partir de un libro; y que además ese libro sea suyo. “Eso implica que se le da cierta importancia a los libros, a la lectura, al arte en general”, destaca. De todos modos, no siempre es bueno el costo que paga el autor que recibe los ataques de los trolls. “Los escritores nos diferenciamos mucho de los cantantes o actores. Somos de perfil bajo, queremos estar con la computadora escribiendo o a lo sumo en una reunión íntima con los lectores”, explica.
Tradición a recuperar
Dolores Reyes estudió Letras en la UBA mientras leía autoras que hoy son colegas: Gabriela Cabezón Cámara, Selva Almada, Mariana Enríquez, Samanta Schweblin y Camila Sosa Villada, entre otras. Reyes se instaló en la élite de la narrativa argentina actual, en la que escritoras de calidad tremenda irrumpieron con una fuerza y una escritura feroz y brillante. Son firmas que van más allá de las fronteras argentinas.
En ese sentido, destaca la continuidad de “una tradición literaria” respecto de mujeres que supieron destacarse a pesar de los obstáculos de tiempos más machistas que los actuales. Menciona a la brasileña-ucraniana Clarice Lispector y a las locales Sara Gallardo, Beatriz Guido y Silvina Bullrich. “Siempre tuvieron lectores, pero no tuvieron en su momento la trascendencia que tienen ahora. Porque la literatura escrita por mujeres era bastante ninguneada”, dice. “Tenemos que recuperar nuestra tradición literaria”, anhela.
Cuando le digo que la nota saldrá en un diario tucumano, recuerda sus pasos por la provincia. Cuenta que participó de varias ferias en las que se sintió cómoda por la cantidad de estudiantes universitarios que escucharon sus charlas. Y que cuando le queda tiempo libre aprovecha para ir a la zona de los valles. Alguna vez participó del Día de la tierra: “Para mí es súper significativo”.
Destaca “la movida tucumana” alrededor de la literatura y recuerda particularmente un cierre de Feria del libro junto a Lucrecia Martel. “Fue una charla acerca de cómo narrar ficción pero sin entrar en los estereotipos, cómo salir de las estructuras”. “Ojalá pueda volver a Tucumán pronto”, se anima.
Energías matutinas
En tanto, sigue escribiendo cada mañana, el momento del día en que mejor puede hacerlo. “Soy un ser de la mañana”, se define, porque sabe que el resto del día, cuando empiezan las rutinas, no podrá escribir. “Es a la mañana cuando encuentro la energía para la escritura”, sonríe.
Mientras, no deja de leer. Al momento de esta entrevista, por ejemplo, se apresta a viajar de nuevo y está entre los preparativos de la valija y los libros, compañeros infaltables de cada salida. No eligió aún sus títulos. Lee al menos dos libros semanales, pero si los tiempos lo permiten pueden ser más. Le escapa a la lectura electrónica, prefiere ir al papel porque puede marcar: “Lo hago todo el tiempo”. Sus lecturas tienen las sombras de las etiquetas autoadhesivas en las que anota “muchísimo”.
Constante práctica
En estos momentos, dice, viene avanzada con un libro de cuentos y una novela. Cada mañana, entonces, se obliga a escribir: “La inspiración no existe. Para mí es práctica, y las cosas salen en la misma escritura”.
Y después: “Puede salir una idea ahí, en algún lado, pero todo lo demás es sentarse a laburar, ver tu material, leerlo 200 veces, corregirlo 200 veces. Si no, para mí, no sale”.
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Perfil
Dolores Reyes nació en Buenos Aires, en 1978, y vive en Tres de febrero, provincia de Buenos Aires. Escritora y docente, cursó el profesorado de Enseñanza Primaria y Griego y Culturas Clásicas en la UBA. Con Cometierra, traducida a 14 idiomas, fue finalista de los premios Vargas Llosa, Fundación Medifé-Filba, Sara Gallardo y Memorial Silverio Cañada. Trabajó en el proyecto Untold Microcosms para el Museo Británico de Londres y el Hay Festival con su texto “El nombre de los árboles”. Su novela Miseria fue publicada en Argentina, Uruguay, Colombia, Perú, España y Estados Unidos.